(Reseña del concierto de Roger Waters en el Foro Sol)
...Hablo por supuesto de Bush, el (así bautizado por los asistentes al concierto) cerdo de Roger Waters; un impresionante globo en forma de puerco que se elevó hasta las estrellas, dejando atrás a más de 60 mil almas congregadas en el Foro Sol de
Claro que el cerdo no fue lo único gigante de esa noche, lo fue también la imponente pantalla de
In the flesh es el nombre de la gira que el día de ayer, 6 de marzo de 2007, llevó hasta nosotros al gran Waters luego de cinco años desde su última presentación y para algunos, luego de una vida entera de espera (a propósito de grande, algunos tenemos la teoría de que Waters es en verdad “el miembro más grande” del rock, pero de eso se hablará en otra ocasión, ja). In the Flesh es también la canción con la que dio inicio a lo que fueron más de dos horas y media de una perfecta amalgama psicodélica de rock, imágenes, luces y sonido que dejaron a todos los presentes, tal y como el título de la misma canción correctamente describe, sintiendo la música “en la carne”.
A tan sólo unos minutos de haberse apagado las luces; después de corear “Mother” y “Set the controls for the Herat of the Sun”, fuimos transportados de la mano de Waters y su hijo Harry en la consola de video y sintetizadores, a lo que sería la parte más emotiva del concierto; las lágrimas, los gritos y la emoción desmesurada se hicieron presentes tan pronto comenzaron a aperecer en la enorme pantalla, imágenes del fallecido Syd Barret, conjugadas con las canciones remembranza de su legado y tributo sublime a su espíritu siempre presente entre aquellos que lo recordamos: Shine on crazy diamond, Have a Cigar y Wish you were here...(how we wish you were here). El viaje apenas comenzaba…
El cerdo gigante y “Leaving in Beirut”, fueron las sorpresas más grandes de la primera parte del concierto, pero lo que vino después, terminó por dejar sin palabras a los conmocionados asistentes, quienes contemplaron extasiados, entre nubes de hielo seco y humos de diversos orígenes y una preciosa luna llena, el majestuoso set de The Dark Side of the Moon, el cual finalizó (como era de esperarse) con “Eclipse” y con la enorme estructura prismática de rayos láser atravesada por un espectro de luz, situada en la parte más alta del escenario; imagen icónica de Pink Floyd y portada del disco al cual el set hace alusión.
Parecía que habíamos llegado al final de nuestra travesía cuando terminó la última canción del “lado oscuro de