sábado, 27 de octubre de 2007

Interrupciones y trabas; realidades del aborto en México

En el número161 de la calle Bahía de Magdalena, detrás de una fachada azul que bien podría pasar por una casa más de la colonia Verónica Anzures o por una clínica de abortos clandestinos, se encuentra el Centro de Ayuda para la Mujer (CAM), uno de los 40 centros con el mismo nombre distribuidos en todos los estados de la República, y que a su vez forman parte de una cadena de Centros, todos ellos financiados por la organización Provida, y cuyo alcance es de todo el Continente Americano y parte del Europeo.


Ahí llegó Carolina, acompañando a sus dos mejores amigas (cuyos nombres pidieron no ser revelados). Habían dado con el lugar tras recibir información en un módulo ubicado en las afueras del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa, Estado de México (uno de los 10 módulos ubicados afuera de 10 de las 11 clínicas del Sector Salud de la Ciudad de México), en donde se les dijo que en dicho lugar (el CAM) podrían recibir “ayuda” para su problema: ser mujeres menores de edad, una con seis semanas de embarazo y la otra con ocho, ambas con deseos de abortar y sin el conocimiento por parte de los padres de dicha situación, mucho menos con su consentimiento.


A pesar de que las recientes reformas a la ley en materia de aborto, aprobadas el pasado 24 de abril, permiten dicha práctica hasta antes de las 12 semanas del embarazo y que dichas reformas se lograran en parte gracias al argumento de buscar terminar con docenas de clínicas clandestinas que provocaban la muerte de cientos de mujeres en todo el país, la existencia de estos lugares ilícitos siguen siendo una realidad. Las razones: una ley insuficiente, pues contempla sólo parcialmente los casos de las mujeres menores de edad y no penaliza a quienes ponen trabas a la interrupción legal del embarazo, y la ignorancia de la cual se aprovechan “demonios y santos” por igual.

Los “Demonios”

Tanto el gobierno como las instituciones y asociaciones civiles relacionadas con el tema del aborto desconocen el número exacto de clínicas ilegales existentes, así como el número de abortos que practican. Sin embargo, fuentes como el Consejo Nacional de Población (CONAPO) aseguran que para 1995 el número aproximado de abortos inducidos en el país era de 110, 000; otras cifras, como las del Instituto Alan Guttmacher hablan de 533,100; en lo que la mayoría de los registros coincide es en que ésta es la tercera causa de defunción materna en nuestro país. Y lo que para algunos es un foco rojo en materia de mortandad, para otros es un negocio redondo.


A pesar de que a raíz de la aprobación de las leyes a favor del aborto han reducido considerablemente el número de interrupciones ilegales del embarazo (se calcula que entre el 2005 y 2006 se presentaron unos 28,000 legrados en clínicas y hospitales privados), lo que implica una menor demanda del servicio que otorgan las clínicas clandestinas, el precio que éstas manejan por cada interrupción no ha variado mucho de la media del precio que tenían antes de ser aprobada la ley. De acuerdo con estos lugares, por un mínimo de 4,300 pesos y de hasta 8700 pesos, en hospitales de mayor calidad o en intervenciones más riesgosas (mujeres con más de 12 semanas de gestación), cualquier mujer puede asistir a practicarse un aborto sin la necesidad (en algunos de los casos) de contar con el permiso de los padres o de cualquier adulto e incluso sin siquiera comprobar la propia identidad; basta con tener el dinero y algunos estudios clínicos de rigor (examen de sangre y ultrasonido) y en menos de 30 minutos se extrae el producto, sin riesgos durante y después de la intervención.


Contrastante con el supuesto servicio que estos médicos clandestinos ofrecen, están las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 70 mil mujeres que perecen cada año en todo el mundo a causa de interrupciones del embarazo mal practicadas, lo que representa 191 mujeres muertas por día.

Los “Santos”

Mientras Carolina espera a sus amigas en la recepción de lo que parecía ser una clínica abortiva, ellas están en el segundo piso del recinto y las atienden “especialistas” del Centro. El protocolo es el mismo para ambas: una plática con una mujer de profesión no identificada, que les muestra un video del proceso de gestación del ser humano y de lo que ella denomina “el proceso de destrucción de la vida humana antes del parto”, conocido popularmente como aborto inducido; una conversación con un supuesto médico egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), cuya cédula, título profesional y grado de especialidad no es ni remotamente observable y su disposición para otorgar dicha información es sutilmente sórdida (pues él asegura que estos datos no los puede verificar cualquiera), y un ultrasonido realizado por él y a través del cual, según su interpretación del estudio, puede verse ya al bebé con sus pequeños miembros y nadando dentro del vientre materno; “el milagro de la vida” dice, refiriéndose a unas manchas grises y difusas que se muestran en la pantalla del aparato de ultrasonidos, que con un poco de imaginación pudieran parecer un ser humano.


El objetivo de toda esta parafernalia, evitar el aborto por todos los medios psicológico-emocionales a su alcance; los resultados obtenidos con ambas amigas de Carolina comprueba la eficacia del método; en palabras de ella “van a ser mamás”, y se sumarán a los más de 450 abortos, que “con la ayuda de Dios”, han evitados desde la aprobación de las reformas a la interrupción legal del embarazo, según cifras y palabras de la misma institución.


Lo que falta

La Secretaría de Salud es la Institución responsable de garantizar la protección en materia de salud y el acceso de atención médica a la población residente en el Distrito Federal. Sin embargo, dicha responsabilidad se ha visto limitada en sus acciones por la falta de un sistema jurídico que planteé, en materia de legislación, la protección de TODA la población; dejando a rezagadas en la cuestión a un sector sumamente vulnerable de la sociedad, que son las mujeres embarazadas, menores de edad que ponen su vida en peligro al practicar abortos en clínicas clandestinas.


Mientras que algunos países como Francia establecen en sus leyes el derecho que tienen las menores de edad de decidir abortar sin el consentimiento de los padres, y la penalización para quienes pongan trabas a la interrupción legal del embarazo (tanto en la toma de decisión de abortar por parte de la mujer, como en el proceso abortivo), en México apenas estamos comenzando a avanzar, aunque con pasos enormes, en el tema, asegura Martín Vera, miembro del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) y encargado del acervo documental de la institución.


Auque las cifras actuales contrastan en gran medida con las obtenidas en años anteriores, que hablan de que tan sólo en 2001 los egresos hospitalarios por esta causa entre niñas de 10 a 14 años representaron 3.7% del total, con 733 abortos, mientras en el grupo de adolescentes de 15 a 19 años se atendieron 15 mil 871 casos, 8.2%, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, la renuente existencia de clínicas clandestinas de abortos y de grupos con tintes de derecha que buscan frenar el avance de los logros en la materia, son la prueba ferviente de que aún falta mucho por hacer, asegura la encargada de la Coordinación de Asesoría Jurídica y Orientación Integral del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal, Ana María López Dzib. Con respecto a las clínicas ilegales, afirma que lo que se necesita es la denuncia por parte de la sociedad civil; con respecto a la segunda cuestión, hace falta un arduo trabajo y lucha para lograr que se amplíen los parámetros de nuestras leyes.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Sin duda, el cerdo más grande que he visto…

(Reseña del concierto de Roger Waters en el Foro Sol)

...Hablo por supuesto de Bush, el (así bautizado por los asistentes al concierto) cerdo de Roger Waters; un impresionante globo en forma de puerco que se elevó hasta las estrellas, dejando atrás a más de 60 mil almas congregadas en el Foro Sol de la Ciudad de México que, expectantes, contemplaron su vuelo celeste mientras leían las leyendas escritas alrededor de su cerdil cuerpo inflable y relleno de helio: “¡Cerdo Bush, derriba el muro de la frontera!”, “El miedo crea muros” y rematando en la rosada parte posterior, “Saquen a Bush”, a la par que coreaban los versos de “Sheep”, mítica canción con la cual Waters concluyó la primera parte del magistral concierto.

Claro que el cerdo no fue lo único gigante de esa noche, lo fue también la imponente pantalla de 20 metros de altura que abarcaba el fondo del escenario, las impresionantes llamaradas que adoraban el espectáculo, el prisma de rayos láser con sus colores alucinantes, los diez músicos que construyeron las melodías de un concierto inolvidable y por supuesto, el más grande, Roger Waters, quien dejó en claro una vez más que, si de luchar (con sonido cuadrafónico como arma) en contra de los muros levantados por la opresión se trata, él y su equipo son los indicados.

In the flesh es el nombre de la gira que el día de ayer, 6 de marzo de 2007, llevó hasta nosotros al gran Waters luego de cinco años desde su última presentación y para algunos, luego de una vida entera de espera (a propósito de grande, algunos tenemos la teoría de que Waters es en verdad “el miembro más grande” del rock, pero de eso se hablará en otra ocasión, ja). In the Flesh es también la canción con la que dio inicio a lo que fueron más de dos horas y media de una perfecta amalgama psicodélica de rock, imágenes, luces y sonido que dejaron a todos los presentes, tal y como el título de la misma canción correctamente describe, sintiendo la música “en la carne”.

A tan sólo unos minutos de haberse apagado las luces; después de corear “Mother” y “Set the controls for the Herat of the Sun”, fuimos transportados de la mano de Waters y su hijo Harry en la consola de video y sintetizadores, a lo que sería la parte más emotiva del concierto; las lágrimas, los gritos y la emoción desmesurada se hicieron presentes tan pronto comenzaron a aperecer en la enorme pantalla, imágenes del fallecido Syd Barret, conjugadas con las canciones remembranza de su legado y tributo sublime a su espíritu siempre presente entre aquellos que lo recordamos: Shine on crazy diamond, Have a Cigar y Wish you were here...(how we wish you were here). El viaje apenas comenzaba…

El cerdo gigante y “Leaving in Beirut”, fueron las sorpresas más grandes de la primera parte del concierto, pero lo que vino después, terminó por dejar sin palabras a los conmocionados asistentes, quienes contemplaron extasiados, entre nubes de hielo seco y humos de diversos orígenes y una preciosa luna llena, el majestuoso set de The Dark Side of the Moon, el cual finalizó (como era de esperarse) con “Eclipse” y con la enorme estructura prismática de rayos láser atravesada por un espectro de luz, situada en la parte más alta del escenario; imagen icónica de Pink Floyd y portada del disco al cual el set hace alusión.

Parecía que habíamos llegado al final de nuestra travesía cuando terminó la última canción del “lado oscuro de la Luna” y se apagaron las luces del recinto, y con ellas el gigantesco prisma láser, pero una vez más quedamos sorprendidos cuando, al grito de miles de personas que al unísono coreaban “¡Rogelio, Rogelio!”, Waters salió al escenario una vez más, para ofrecernos lo que sería la parte final del show: el encore que incluyó temas como “Vera”, “Bring the Boys Back Home”, y “Another Brick in the Wall”, tema en el cual compartió el escenario con un grupo de niños que portaban camisetas con el lema “El miedo construye muros” y que (un tanto asincrónicos) cantaron junto con él (y el resto de nosotros) los coros de la famosa canción del álbum The Wall. La excitante noche concluyó con “Comfortably Numb”, entre llamaradas, gritos luces e imágenes adaptadas a la temática del concierto, de Pink (personaje principal de The Wall) en aquella memorable escena de la película en la cual el protagonista se pierde en su confortable vacío, dando así por terminado ese viaje musical, estrafalario que jamás olvidaremos...

martes, 27 de febrero de 2007

Diálogos en la Oscuridad

¿Qué es la luz? Un privilegio; ¿qué es la oscuridad? Un misterio…

Con esas palabras y algunas otras reflexiones escritas en una pared, culmina la exposición del Papalote Museo del Niño, Diálogos en la Oscuridad, en la que, al final del recorrido, el más grande misterio detrás de casi una hora de absoluta penumbra se revela, dejando ver (aunque no literalmente) que no hay misterio más grande que aquello que no podemos entender. Y es que, ¿cómo entender lo que se guarda entre el negro absoluto de la mirada y los colores de la imaginación de aquellos que ven con el resto de sus sentidos, su alma y su corazón lo que sus ojos les impiden?

Sin duda alguna esta exposición es un intento muy bien logrado de esclarecernos a nosotros, los ciegamente dependientes de nuestros ojos, lo que implica el no poder ver más allá de la negrura de nuestra pupila, y de dejarnos con una “visión” más real de lo que viven día a día los hombres y mujeres que ignorantemente llamamos “invidentes”.

La Real Academia de la Lengua Española define a los invidentes como aquellas personas privadas de la vista; invidentes fuimos los nueve individuos que entramos a aquel desconocido mundo de penumbra que conforma el recorrido de la exposición, aunque de esos nueve, sólo ocho éramos verdaderamente ciegos. Marco, un joven de 31, años fue nuestro guía a lo largo de las distintas salas y corredores a través de las cuales poco a poco fuimos despertando nuestros sentidos indiferentes a las sombras; siguiendo su voz, nos fuimos adentrando en un espacio que resultaba irónicamente desconocido “a simple vista”, pero que encontré reconfortantemente similar tan pronto mi olfato, oído y tacto, lograron asociarlo con la cotidianeidad de los espacios que recorro día a día. Así, de la mano de Marco, y con la ayuda de de los olores familiares de la tierra mojada, las frutas, la madera; los sonidos del agua, los automóviles y las aves, y las texturas de diversas formas, suelos y paredes, fuimos creando en nuestras mentes las imágenes de los lugares que cada una de las salas representaba: mercados, parques, ruidosas avenidas e incluso el mar, todo esto para finalmente comprender que la vista es una herramienta prescindible a la hora de percibir el mundo, pero que la imaginación es indispensable para llegar realmente a conocerlo.

Al llegar al final del recorrido, tras haber tropezado con abstractos obstáculos, tras habernos dado de topes en la cabeza (literalmente) tratando de anticiparnos fallidamente a lo que había frente a nosotros, y tras haber aprendido a observar el color de nuestras voces y a descifrar los gestos y expresiones que en ella se esconden, tomamos un pequeño descanso de nuestro caminar a oscuras, que de momento (al no poder percibir el tiempo) pareció durar una eternidad, y nos sentamos distribuidos en una banca a manera de medio circulo, para intercambiar experiencias. Resulta increíble la manera en la que la luz determina el curso de nuestras vidas, llegando incluso a marcar nuestro comportamiento frente a los demás…a oscuras no importa si no hablas de frente a quien te diriges, , no importa que no mires a los ojos, a oscuras no importa cómo vistes ni cómo te ves, porque a oscuras te ves como tu voz te dibuja y hasta una simple inflexión de voz puede llegar a decir que tan honesto es alguien, y que tan seguro está quien habla, del lugar en donde está parado. Al escuchar las palabras de Marco, su historia y los matices de su voz al relatarla, el significado de aquellas palabras iban quedando en un segundo plano, al igual que su aspecto físico, y en su lugar se iba dibujando en nuestras mentes la imagen de la esencia de un sujeto capaz de crearse la misma imagen mental de nosotros, es decir, capaz de ver nuestra esencia humana a través de los únicos ojos que desde hace años utiliza: los ojos del alma, los cuales (tal y como Marco nos demostró) pueden ver incluso en la más densa penumbra y atravesar hasta la más negra dificultad.